#descubriendo mi cara queer
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combativo y feliz orgullo
La reivindicación que se hace desde el Día del Orgullo cada año es imprescindible. Primero, porque necesitamos gritar desde los márgenes (porque es una lucha que incluye a gente racializada, personas con discapacidad, quienes pueden salir del armario, quienes """son""" un delito en su país, y un largo etc.). Segundo, porque estamos presenciando lo sencillo que es perder nuestros derechos.
Este año, en España, los delitos de odio LGBTIAQ+ ha aumentado al 132%. Nos estamos jugando vidas. Vidas que son en extremo valiosas.
Tengo la sensación de que en ocasiones no puedo hacer mucho, pero que tal vez mi experiencia descubriendo que soy asexual, demibirromántique y enebé puede ayudar a alguien a autodescubrirse o comprender mejor a alguien.
Así que aquí te dejo mis historias.
Mi primer autodescubrimiento: asexual
Siempre noté que había algo en mí que no encaja en algún lado. Como un ruido que no terminas de apagar. Suena y no sabes de dónde viene. Cuando eres adolescente siempre te dicen que ya madurarás, pero esto no iba por aquí.
No he sido una persona que haya tenido muchos flechazos, ahora sé que gran parte de ellos nacía de la atracción estética. La reacción de mis compañeros de colegio, amigues hacia otras personas me descolocaba. ¿Qué impulso había ahí que yo me perdía?
El caso es que las series y las películas siempre se mostraba la atracción sexual. A X le ponía mogollón Y y se acostaban. Esto me parecía ficción. Un esquema que seguía todo el mundo para encajar. Para ser como eses protagonistas pasionales.
Vamos, una conducta que se se copiaba, no que se sintiese "natural". No sé si me explico.
Yo me perdía con todo esto. Y en las conversaciones esas de tipo "uf, qué bueno está menganite", ya ni te cuento. No sabía cómo seguirlas. Así que no participaba. Se me da muy bien pasar sin pena ni gloria en conversaciones, no me resultaba complicado.
Me agobia las expectativas de besar/acostarse con alguien. Porque sí, en la adolescencia todo parece una carrera en ese sentido. Me agobiaba mogollón. Así que dejé de salir. No estaba dispueste a pasar por esas situaciones que me acontojaban, porque algo de mí no encajaba.
Evidentemente, no era culpa mía, sino de esta sociedad hipersexualizada que no deja espacios para otros modelos. Y una de mis cualidades es no pasar por aquellas cosas que no quiero (la mayoría de las veces jajajaja. Ojalá fuese tan genial, pero no).
Llegó la universidad y yo ya pensaba que me pasaba algo gravísimo. ¿Por qué era diferente?¿Y en qué exactamente? No me ponía nadie y ¿por qué me pasaba?¿Tenía alguna enfermedad? Claro si sin ninguna idea buscas en internet, te encuentras que puedes tener mil cosas, hasta un tumor.
Durante meses me calmaba y me ponía de los nervios. Le conté a mi madre qué me pasaba y su respuesta fue "ya llegará la persona", "ya madurarás", "ya te llegará el momento". No ha pasado ni pasará, porque todo estaba (y está) bien conmigo.
Lo interesante es la conversación, por siempre se da la misma, por no se conoce qué es la asexualidad. En mi uni dieron una charla LGBTIAQ+ En la cual iban a tratar la asexualidad. Era la primera vez que escuchaba esa orientación sexual. E investigué, porque se me quedó grabada.
Descubrí un montón de acefobia y definiciones cutres que se basaba en que "no te gusta el sexo", en que tenías que tener una relación abierta porque nadie querría estar con alguien con quien no se puede acostar. Esto me espantó.
Inciso, puede que para alguien su vivencia se relacione con alguna de estas afirmaciones, pero, desde luego, no son universales. Por eso es necesario definir la asexualidad como la no experimentación de atracción sexual (para el espectro, no se experimenta dentro de los parámetros normativos).
Seguí buscando información, no sé muy bien por qué. En algún momento encontré la definición buena que no se relacionaba de manera intrínseca con que te guste o no el sexo, ni con el deseo sexual. Ahí sí. Eso era. Y ahí me sentía cómode.
Todo llevó un proceso de "ahora sí, ahora no", porque, por su puesto, no todo encajaba con mi experiencia al 100%. Y, claro, no lo hace. Cada persona es un mundo y puede variar mucho. Lo que es universal es no sentirse atraído sexualmente por nadie.
La segunda etiqueta con la que me identifiqué fue la bi
Otra de las preguntas que me hacía desde los 9 años es si era lesbiana. Esto les pasa a les asexuales: pensar que se es homosexual. Estaba claro que me atraían y a la vez no; no tal y como debían atraerme los hombres (por la heterosexualidad asimilada I guess).
El caso es que me rayaba de vez en cuando. Mi razonamiento de peque era que mis compañeras de colegio me hacían la vida imposible, no me gustaría estar con una chica si son tan malas como ellas. Todo mal.
Estéticamente me atraían indistintamente (hablo de manera binaria, porque en esa edad ni sabía que había otras opciones; ni ser bi, tampoco). Para mí tenía que ser una cosa o la otra, no las dos. Pues así se quedó. Fui creciendo conociendo a chicas majas y ese primer pensamiento naíf se esfumó. Saber que era asexual y que no sentía atracción sexual hacia nadie ayudó a ver que yo era bi: sí sentía la misma atracción, aunque no sabía cuál era.
Tampoco sabía cómo encajaba ser asexual y bisexual. ¿Se podía ser las dos a la vez? La info sobre ser ace a la que accedía era muy cutre y tardé en saber que había muchos tipo de atracciones y que podías ser birromántique.
Fue bastante natural descubrirlo y sin traumas como con ser ace. Una pieza más que encajaba.
Yo seguía rompiendo moldes. Descubrir realidades me ayudó muchísmo. Yo soy una persona no binaria.
Desde siempre (siempre es igual, hay algo, ahí latente que no encaja) me he sentido rare con mi género asignado.
No era con grandes cosas (como podría ser disforia con mi cuerpo), sino más bien en detalles: entraba un poco en pánico cuando tenía que rellenar un formulario y elegir género. Siempre que me era posible rellenaba una tercera casilla, porque me sentía que engañaba a todes si elegía mujer; sentía que me quedaba "grande".
También es verdad que desde peque tuve suerte con cosas como la ropa o los roles de género. Yo tengo un hermano mayor y heredaba cuyas suyas como jerséis, camisetas y cosas así. También podía ponerme disfraces de "chico" como de Tortuga ninja.
Además, nunca me habían dicho en casa si era femenina o si tenía que comprarme de un modo concreto (me lo dijo una vez una persona cuando tenía yo doce años y no entendía nada). Creo que esto fue importante, porque siempre he expresado mi identidad como yo me sentía a gusto.
En cuanto a lo primero que te he contado, es algo muy pequeño y quizá puede parecer "una tontería", pero alguna vez se lo contaba a alguien y como no veían nada raro, pensaba que era normal. También evitaba incluirme dentro del colectivo mujer cuando hablaba o utilizaba cualquier género para referirme a mí.
Lo cierto es que no me importaba demasiado (también es verdad que descubrir mi asexualidad fue algo intenso jeje). Tenía la sensación de que no era algo importante de definir. Ya te digo, no tuve grandes momentos de disforia y continuaba expresándome como quería.
Hace unos años, empecé a ver eso de los géneros no binarios. Investigaba un poco, pero tenía la sensación de que tenía que ser "andrógino" en cierto modo. Así no me informe mucho más. Fui aprendiendo cosas poco a poco.
Hace unos años volví a buscar información de género, porque leí que era un espectro. Saber eso ayudo mucho. Eso sí, seguía sin saber qué era ser nb. Busqué información, pero necesitaba algo concreto como la definición de ace.
Llegue a la cuenta de Instagram que te pasé. Leí definiciones y me pareció encajar en "Demigirl". Entonces busqué info, test (sé que no son muy fiables, pero sentía que necesitaba algo lo que fuese), historias... Me "encajaba". Sin embargo, me preguntaba si había escogido "Demigirl" porque tenía miedo de romper mi relación con la feminidad (desde mi experiencia personal, cuando comienzo a dudar de algo es por algún motivo).
Lo cierto es que me daba miedo "abandonar" lo conocido, pero en la definición de "Demigirl", me tiraba mucho lo de agénero. Estuve meditando mucho en eso: sabía que no me identificaba como hombre, tampoco como mujer (seguía experimentando ese rechazo o un sentimiento de incomodidad; no sé, es similar a un pinchazo o a cuando te pones nervioso o a cuando no te sabes una respuesta... Algo así).
Poco a poco comencé a sentirme más cómode con esa parte agénero. Con cosas como que me tratasen como algo neutro (de joven, por ejemplo, sin atender a roles de género o cualquier otra cosa. Me planteé la etiqueta agénero ye sentí completamente a gusto. Fue como quitarme un peso de encima. No sé, parece muy bucólico jajaja (era un poco como Ricitos de oro buscando la ca perfecta para descansar XDD) De todas formas, sigo usando la bandera nb y resguardándome en el paraguas de "no binarie".
Lo cierto es que ha sido un proceso largo y, desde luego, no es algo que he sabido desde el principio. A sido resultado de ir probando y trayendo de descubrir cómo me sentía con determinadas definiciones.
Última estación: demirromántique
Una vez que te planteas que tu orientación sexual no es la que pensabas y que muchas cosas que pensabas que vivías se encontraban condicionadas por una norma impuesta muy absurda, te replanteas todo. Pues no vives las cosas como una mayoría, lo que quieres y lo que anhelas y lo que sientes comienzan a ser cosas diferentes. Algo así como que querer y poder no es lo mismo. Tampoco puedes conseguir lo quieres.
Ser asexual me llevó a pensar, en un momento dado, en la posibilidad de ser arromántique.
Ese pensamiento te lleva a regresar al pasado y revivirlo desde otra perspectiva; porque sí que te ha gustado alguien, aunque sea una vez. Por eso lo descartas. Por eso vuelve a nacer la duda, porque existe un espectro arromántico.
De repente, llega alguna persona que te dice que le gustas. Lo declino con buenas palabras y alentando a mantener esa amistad. Entonces nacen ciertos pensamientos: "cómo le puedo gustar si apenas nos conocemos", "si no hay un vínculo" y cosas similares que me extrañan, porque me parece algo apresurado, excesivo. Pasa una vez, dos. Vuelvo a echar la mirada atrás y las personas por las que he sentido algo se pueden contar con los dedos de una mano y todavía me sobran. Pero yo elegí la soltería, ¿no? No viene de un sentimiento de extrañamiento, ¿verdad?
Soy alloromántique porque hay personas que me gustan y quiero una relación. Pero qué de cierto hay. La atracción estética sí existe, sí existe ese deseo, sí que hay alguien que me ha gustado y he sentido eso que parece que se siente, pero ¿en qué grado? También me abruma de vez en cuando una relación o también me ha apetecido en momentos contados... De un modo similar acuadno se plantean escenarios de una obra que no tiene título... Cuando a alguien le gustas, le dices que no y de repente sientes como un vacío que te dice que no se va a llenar en ese momento con ese sentimiento romántico. ¿Grisromanticismo? ¿demirromántique?
Leí cientos de páginas y no encontré muchas historias. Las que encontré no parecían encajarme de ningún modo. O eso pensaba. Ello provocó que me sienta un poco timadore, que engaña porque no era mi sitio. ¿Importa? ¿No importa? ¿Se corresponde con alguna experiencia? ¿Con ninguna? ¿Qué preguntar? ¿Qué quiero saber? De momento, utilizar esto para calmar esa vorágine de pensamientos.
Este caos sirvió para conseguirlo enfocar qué experimenté, cómo lo sentí, cómo nació, qué pensamientos brotan de mi mente. El vértigo (o esa mezcla de ansiedad, nerviosismo, cambio y miedo —quizá incluso pánico— se adereza con esta emoción).
Decidí que las experiencias demirrománticas se asemejaban a mis vivencias. Que muchas de las cosas que yo esperaba eran solo eso "cosas que esperaba". Una normatividad que no tiene que darse, Las dudas siempre van a estar, siempre surgirán. Lo hacen las de la asexualidad que ya llevan conmigo 11 años.
Definirse por ausencia de algo resulta sencillo y a la vez aterrador (por lo menos para mí). Esto me ha hecho pensar en el vacío que hay y no en lo lleno que está. Cada etiqueta que me aleja de lo normativo me hace sentirme extrañe, desubicade, imperfecte. No tanto porque me falte algo, sino porque no se entiende fuera del espectro aro. Todo pasan a ser secretos, medias verdades o verdades que quedan veladas porque no se han entendido.
Es curioso como intentar ser abiertamente queer hace que te escondas sin querer, porque parte de tu identidad es invisible, como ese Rey de la fábula que se vestía con trajes invisibles.
A veces intento verme desde fuera. Entender lo que entienden personas que poseen otras orientaciones, porque tengo curiosidad. Porque es difícil ser tú misme si nadie te ve.
#mis salidas de armario#día del orgullo#pride day#asexual#arromántico#el arromanticismo como quebradero de cabeza para une escritore aro#aroace#arromantic#arromanticismo#asexualidad#no binario#enebé#nb#demirromántique#descubriendo mi cara queer
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corsario - perrone -
antes de su estreno mundial en MQP
oscar cuervo
escribio
La antepenúltima? maravilla de Perrone
por Oscar Cuervo ¿Cuándo, dónde transcurre Corsario, la reciente película de Raúl Perrone, todavía inédita, que tuve oportunidad de ver hace pocos días? Por la textura de su imagen de baja resolución y foco imposible, parece tratarse de la copia de una copia de algún registro fílmico de un soporte no profesional tomado durante los años 60, con la fragilidad que tienen los materiales en proceso de corrosión. Aparece el ícono de Pier Paolo Pasolini aunque nunca se lo mencione así. Camina por las calles de un suburbio y se detiene a observar y capturar con su cámarita a sus ragazzi di vita. Se les acerca, conversa, camina, fuma o toma con ellos, se retira con alguno a un descampado o una obra en construcción. La rusticidad de la imagen produce por sí misma una vibración emocionante para un ojo endurecido por la imperiosa nitidez del digital.
Pero Corsario no es una simulación paródica de los 60. Los espacios que recorremos son los de Ituzaingó, según elocuentes marcas callejeras, grafitis y pizarras de kioscos del conurbano. No es un suburbio romano. Lxs chicxs a lxs que el Pasolini icónico mira con amor y deseo (ágape y eros) lucen un estilo actual: tienen piercings, van en skate, ostentan con orgullo queer una androginia típica de hoy que Pasolini no debe haber imaginado. Primera distancia entonces con el espectro invocado -ya por tercera vez en los últimos films por Perrone- del poeta corsario.
Entonces: ¿Roma o Ituzaingó?
Corsario tiene un prólogo que instaura esta vacilación y la deja en suspenso. Con una textura diferente del resto de la película, con el filo cortante del digital, los primeros minutos bailan con la cadencia áspera de la voz del asistente de Pasolini -¡vuelven las voces naturalistas al cine de Perrone!-, encarnado con mesura por Alejandro Ricagno, también él un ícono de la cinefilia porteña, poeta, ensayista y actor de filiación pasoliniana. ¿Quién si no Ricagno podría oficiar de mediador del friulano en su arrime a la juventud bonaerense? Hasta quienes nunca se hayan cruzado con Ricagno podrán sentir en el grano de su voz, en su acento de calle Corrientes, en su pelambre seca y en los pliegues de su cara las marcas de la historia que corre desde el momento en que Perrone empezó a filmar hasta hoy, cuando el fantasma de Pasolini lo visita. Este prólogo transcurre durante un casting al que el venido asiste silencioso o solo habla al oído del asistente. Lo chicxs que se presentan leen con la dificultad de una escuela pública complicada algunos versos de Dylan Thomas. Las indicaciones de Ricagno apuntan a la busca de una fotogenia o una gracia en los desplazamientos que se sobreponga a los tropiezos de dicción. Lxs chicxs encarnan el registro estrictamente documental de Corsario. Desde P3ND3JO5, hace precisamente cinco años -lo que en Perrone equivale a una era geológica-, el cineasta bajó a 0 el volumen de la banda de los diálogos y lo sustituyó con artilugios sonoros diversos, hasta dar con las tonalidades declamadas o reacias a todo naturalismo en las voces de Cínicos y Expiación. En 2013, si la memoria no miente, Perrone dijo algo como que estaba cansado de la palabra, después de que durante su era anterior hubiera llegado a un registro exquisito del habla del conurbano, que tuvo su versión más depurada en el Tríptico de Ituzaingó. Desde entonces vino preguntándose perplejo qué hacer con las voces en su cine, como si el problema se lo planteara un director de comienzos del sonoro. Si P3ND3JO5 es el año cero de algo, a partir de ahí su historia del cine se desacomoda y reacomoda en cada uno de sus movimientos: va descubriendo con la curiosidad de un extraterrestre el claroscuro, los intertítulos, el doblaje, el reverse, los loops, la fricción de la banda magnética, la imagen plana, la profundidad de campo, el color, el panfocus, las sobreimpresiones, el back projecting, las incrustaciones en el plano que violentan las escalas, el ralentí, el travelling, el volumen espacial, la cámara en mano, el ilusionismo...
En Corsario hay desajustes cronológicos que desalientan una determinación unívoca del tiempo histórico y disparan flechas inciertas, como si viéramos el presente a través de un prisma que nos aleja de él, como la subjetiva de un viajero distante. O como si el alma errante de Pasolini viniera a buscar a los chicos del siglo xxi argentino como objeto de su mirada deseosa. La voz que acompaña el paseo por la tarde de Ituzaingó ya no proviene del espacio intradiegético, otra vez se fuga hacia un espacio lírico y pronuncia en italiano el amor (eros) a los muchachos:
Mis amantes no pertenecen a las clases ricas,
son obreros de barrio o peones de campo;
nada afectados, sus quince o sus veinte años
traslucen a menudo fuerza brutal y tosquedad.
Me gusta verlos en ropa de trabajo, delantal o camisa.
No huelen a rosas, pero florecen de salud
pura y simple. Torpes de movimientos, caminan sin embargo
de prisa, con juvenil y grave elasticidad. (...)
Podrían ser versos de Pasolini pero no: se trata de un poeta maldito que había profesado antes el amor por los muchachos. Pasolini es hablado por Verlaine. Para abrir el rango de referencias, entre el paseo conurbano en blanco y negro desenfocado se intercalan planos de derroche cromático, flores que parecen enviarnos al fin de Expiación, exhalar el aroma embriagador de la juventud o quizás simplemente te regalen una ofrenda fúnebre. Como si Pasolini hubiera llegado acá a hacer una remake de Caravaggio, otro que amaba a los muchachos e iba por suburbios peligrosos en los que encontró su muerte violenta, lxs chicxs posan en medio de tableaux vivants renacentistas. ¿Demarcan Pasolini, Verlaine y Caravaggio el volumen de un cono temporal en alguno de cuyos puntos busca situarse la mirada de Perrone? ¿Cómo filmar con nitidez desde distancias focales tan escurridizas? El desenfoque es precisamente la clave productiva de Corsario, el recurso con que el autor se para de manos ante la prepotencia de la nitidez en la era digital. Como diciendo: estas máquinas nos ofrecen imágenes tan nítidas que no nos dejan ver.
Estas referencias textu(r)ales son necesarias para escribir sobre Corsario, porque a la vez su forma es sencilla en extremo y solo en la indeterminabilidad de situación de su mirada crece el enigma. La película lleva como subtítulo "Un poema de Perrone" y su juego de repeticiones y rimas y su austeridad narrativa nos invitan a recorrerla como un poema visual. Cine de poesía, en el léxico pasoliniano. Poesía no es escribir en versos, corto y para abajo, sino sacarle lustre a la materialidad del significante. Son pocos los cineastas que pueden transmitir emoción solo con la vibración de una imagen en vías de extinguirse, con la fragilidad y las resonancias que invoca. Esa fragilidad alcanza momentos de tensión erótica apenas con el balanceo de un alambrado o el roce de unas manos.
Perrone viene trabajando con la materia del significante al menos desde el año cero de P3ND3JO5, su segundo comienzo. Su cine fuerza los soportes materiales y bosqueja una y otra vez sus formas -como un dibujante incurable-, para después hacer un bollo de papel y empezar de nuevo. En cada película que hizo -cuyo número nadie, ni siquiera él mismo, debe saber- movió alguna o todas las fichas: SAMURAY-S, Fávula, Hierba, Ragazzi, CINICOS, Expiación son estaciones de una deriva cuya dirección y posición futura no podemos predecir. ¿Cierra un ciclo con Corsario? ¿Forma parte de una trilogía pasoliniana junto con la coda de P3ND3JO5 y Ragazzi? No sé. La simplicidad formal de Corsario, unida al temblor de su ingavidez -como un cadáver exquisito que flota en una pista de skaters-, configuran una síntesis de todas sus búsquedas previas.
Perrone se mueve contra la corriente de la nitidez digital: Corsario guarda una rusticidad figurativa que es su forma de ser extemporáneo. Según pude enterarme, la más frágil de las texturas visuales con las que jugó en toda su filmografía resulta del uso de una cámara estenopeica. No voy a extenderme sobre especificidades técnicas que se me escapan y que cualquiera puede buscar en google. La palabra misma habla de una apertura estrecha: ὀπή quiere decir agujero y στένω significa estrecho. Esta angostura renuncia a una profundidad de campo aceptable según los hábitos de mirada actuales. La cámara estenopeica nos arroja brutamente hacia atrás, a la prehistoria del cine: Aristóteles y Euclides ya hablaban del agujero estrecho por el que entra la luz a una cámara oscura hace casi 2500 años. Este es el gesto técnico-político al que Perrone apela en la era de la nitidez. Él me manda un manuscrito explicando el por qué:
¿Está Perrone todavía ahí, donde yo lo ubico, en Corsario? ¿Será su penúltima película hasta la fecha o la antepenúltima? Hace unas semanas se estrenó Expiación en el BAFICI, en la competencia nacional de largometrajes, en un contexto creo yo impropio para un autor que desenvuelve su obra en mutación continua. Perrone no tiene que competir ni siquiera consigo mismo. La idea misma de competencia le es ajena. Desde el catálogo del festival se promovieron errores comparativos que desencadenaron una serie de despistes en la recepción crítica que parecen desconocer de qué autor están platicando. Esta semana, Expiación se vuelve a exhibir en el FICIC. Entre el 24 de abril y el 6 de mayo se están proyectando en la Cineteca Nacional de México diez de sus más recientes largometrajes, desde Las pibas (2012) en adelante, en una retrospectiva titulada "P3rron3: el último de los independientes" en la que se estrena Sagrada (2016), una película que no vi ni tal vez nadie haya visto acá . Sé que hay otras esperando verse. Alguna vez alguien debería programar una retro que arranque con sus primeros cortos en VHS, U-Matic y Betacam y que incluya películas que nunca se estrenaron o cuyos restos reaparecieron trasmutados en otras películas -yo vi al menos un par así. Sería una manera de abarcar a un autor que se mueve por fuera del concepto de obra cerrada y para el que "ahora" es una noción problemática. Corsario apela a la técnica de registro de imágenes más primitiva que hasta ahora haya usado. En su simplicidad esquiva, es una de sus obras maestras.
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